Para un periodista, Myanmar es sin duda un lugar soñado que sí o sí debería incluir en su ruta. Durante años, este país estuvo cerrado al mundo. Fue gobernado por una sangrienta dictadura militar que recién el 2011 comenzó a dar muestras de apertura. Liberó a sus presos políticos, entre ellos a la premio nobel de la paz y principal líder opositora, Aung San Suu Kyi, quien pasó gran parte de su vida bajo arresto domiciliario. Poco a poco este país comenzó a abrirse al turismo. Hoy en día es posible visitarlo por un máximo de 28 días, que es lo que entrega la visa de turista, pero hasta hace poco lo permitido era mucho menos. Así que no lo pensé dos veces y tomé un avión hasta Rangún o Yangón como se conoce a la ex capital Birmana.
Rangún tuvo un pasado colonial inglés esplendoroso. Aunque la mayoría de sus edificios están abandonados y en ruinas , hace poco comenzaron a ser reconstruidos en una tarea lenta y titánica pero que permite dimensionar la majestuosidad de lo que fue esta ciudad que por ratos me recuerda a La Habana o Valparaíso.
Sus habitantes son profundamente budistas y es por lejos la gente más amable que he conocido. Su principal pagoda es la Shwedagon que es la más venerada y sagrada del país. Tiene una estupa bañada en oro de 100 metros de altura y una corona con miles de diamantes y rubíes. Una de las cosas que más me llamó la atención es que aquí la gente visita las pagodas en familia y pasan gran parte del día ahí. Muchos vienen de lejos , llevan almuerzo , comen en el suelo, incluso duermen siesta en la hora de más calor.
Las mujeres y los niños de Myanmar se caracterizan por pintar sus caras con una pasta llamada Tanaka, hecha en base a sándalo para protegerse del sol , que en verano alcanza temperaturas extremas promedio de 38 grados centígrados,
Rangún es la puerta de entrada a este maravilloso país, donde viví una de las experiencias más desgarradoras. Tomé un ferry para cruzar el río Yangón hacia la otra orilla, a la aldea de Dala. Un viaje corto donde era por cierto la única turista. Los pasajeros solo eran locales, gente muy humilde con sus rostros cansados.
Lo que me encontré al otro lado me emociona hasta el día hoy. El 2008, Dala fue azotada por el ciclón Nargis. Han pasado siete años y el poblado, que está conformado por modestas viviendas de bambú, sigue exactamente igual de pobre y devastado. Las casas resultaron destruídas y no han sido reparadas. Me estremeció ver a los niños que salían a mi paso para darme la bienvenida. Era tanto el calor , que muchas personas andaban casi sin ropa, otras permanecían recostadas en el suelo. Encontrarme con esta realidad tan dura fue una verdadera bofetada , un encuentro cara a cara con la pobreza, un anticipo de lo que sería mi viaje al sudeste asiático.
Anita, no sé como explicar pero tu relato me transporta, es como que yo estuviese contigo ahí, realmente es estremecedor. Gracias por contarnos la realidad tal cual y sin adornos.
Gracias Agustina… estoy recién retomando mi blog así que seguiré desarrollando historias. Un abrazo
Anita ayer te vi en mentiras verdaderas ,la verdad ….quede maravillada con tus relatos y experiencias de vida que solo una viajera solitaria entendería…Gracias totales por crear este blog y decreto que algún día viajare junto a ti…
Un abrazo
MAGDALENA
Gracias Magdalena, entre viajeras nos entendemos jajajaja… Que nada te detenga, vuela lo más alto que puedas… Te mando un abrazo lleno de energía y buenas vibras!!!
He viajado muy poco pero al leerte me transportó en esas aventuras y me parece estar flotando…… Gracias por Compartir.
Maravilloso!!!! cariños para ti